ANTONIO CASANOVA
Precio : 10 (es.
No 17
- 1945 -
ANTONIO CASANOVA
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Nuestro amigo Casanova nos encarga prologuemos su trabajo. Dado el carácter del mismo no lo creíamos indispensable, mas, a fuer de mantener un punto de vista que en parte es nuestro, accedembs a su encargo.
Se trata de una recopilación de artículos aparecidos en « Solidaridad Obrera » de Paris, en los que nuestro compañero no pretende descubrir nada nuevo ni cree tampoco que quede en ellos todo dicho. Es mas bien una llamada a la reflexión. Un j PRESENTE ! lanzado al movimiento, en el que se manifiesta y defiende una opinión que no por ser vieja está en desuso ni fuera de tiempo y de lugar, frente a otra opinión tampoco nada nueva pero que pretende haber descubierto una flamante modalidad táctica, olvidando que esta es tan conocida como repudiada por largos asios de trayectoria libertaria en oposición cabal a tal peregrino « descubrimiento que es de puro corte autoritario y centralizador.
Nosotros tomamos ésto como una consecuencia normal que cierra el ciclo de un período de acción errónea, en el que se embarcó el Movimiento Libertario Español, al buscar en lo ageno las soluciones propias a emplear en unos tiempos de acción y de duda. Una vez más triunfo el espíritu de autoridad inoculado en la sangre por siglos de esclavitud, y en ti momento propicio vaciló el ánimo para completar obraciones que no carecieron de firmes puntales en la masa popular libre de ingerencias e intereses partidistas. El pueblo, por propia volición obró por y para la libertad.
La contaminación autoritaria, imbuida en hombres de actuación pública que se hallaban sometidos al ínteres de partido, — y no excluyamos los nuestros — antes que al interés general, obligó a una curva de descenso en el periodo propicio a las obraciones puras y totales. Primó el espiritu cié lucha sobre la necesidad de hacer, de construir lo nuevo y valedero. I.a lucha fué partidista y feroz. Y en torno de posiciones ficticias se perdió el tiempo precioso para las realizaciones básicas.
Hoy, como entonces, las ram¿is nos ocultan el bosque. Y perdidos en el afán del logro de posiciones que son contrarias a la virtualidad y esencia libertarias, nos hallamos ante una lucha interna ineficáz y estéril en sus resultados transcendentes Por encima de todo existe la razón del ser o noi ser. Elemento de lucha latente en todos los espíritus que nos impele a defender posiciones propias con el calor de nuestra convinción y el estimulo de nuestra experiencia. Y en ésta situación — que repite situaciones pasadas — nos afirmamos en un lema varias veces repetido, pero que gana en razón frente a la clasificación de posiciones que se opera cada dia con mayor nitidez. « SOLO SE VA A LA LIBERTAD POR LOS CAMINOS DE I.A LIBERTAD
Un punto, un solo punió puede unir a los divergentes tácticos. Punto fundamental y de base libeiúiria. Es el de nuestra lucha contra el Estado; contra sus instituciones y contra sus leyes; contra su ingerencia en la vida pública y privada, en la vida civil y en la enseñanza. Quienes se hallan ágenos a ésta aspiración es inútil que forcejeen. Que acudan al campo en el que se dé su trigo. El nuestro es candeal. Vale para todos los afanes humanos, mas no para los afanes de partido...
* ♦ *
¿ Queremos otra vez ejemplos ?... Recordemos que lanzado el fascismo a la calle en el 1936, el Gobierno perdió los estribos y el gobierno de si mismo y del país. España quedó — por un reducido periodo que en nosotros estuvo el que fuera mas largo-sin Gobierno responsable (como se acostumbra a decir). En ese lapso de tiempo el pueblo organizó defensa, trabajo y distribución a su manera. Y lo organizó bien. Nadie puede rebatirlo ni refutarlo. Creó organizaciones de tipo económico. Produción y distribución funcionaron sin detenerse. Se organizaron colectividades y cooperativas. No tallaron los servicios públicos ni los de transporte. La vida sigaio su curso normal en medio cíe las incidencias de la guerra civil — y déla invasión...
Mas tarde, fortalecido de nuevo el Estado, — incluso con i\ apoyo de representantes ik la C.N.T. — h ¡eia éste una labor liqnldadoia de las realizaciones populares; impone la ley con ti propia apoyo de las upresentaciones obreras, ejecutores de ella como rcpiesen-tantes del poder en fundones, y reduce a migajas — donde no la destruye — • la obra que e! pueblo y ¡os si i diva tos re.?!- •••.fvj por medio de su propio esfuerzo.
Es el pueblo el que oip riza l<'¡s milicias que denonadam* nfa combaten al fascismo desalojándolo de diversas posiciones. Es el pueblo y. no el Gobierno el que limpia Madrid y permite que !os r.:'e!*íbros de gobierno, desde el portero hasta e! ministro, y asi mismo los diversos estamentos y organismos que dependen y dan c:;: rpo al Estado — pagado el pánico que 3es mantuvo en casiia — • ¡.wmw/cu-dan sus funciones. Es l1 pueblo quien salva la situación en las principales capitales de España y el que forma la barrera que da lugar a la creación de fientes de dtíensa y de guerra. El pueblo sin ejército y sin mandos. Sin leyes ni gobierno. ¡ Ah !... si hubiere seguido el impulso de los primeros días...
Fortalecido el Estado se reorganiza el Ejército, y representantes de la C.N.T. (y citamos a los de casa para mejor ejemplo) absor-vidos por la responsabilidad de sus cargos, — los que se lo tomaron en serio —, y algunos sencillamente dominados por la pasión de mando, se extreman en la imposición de lo mas absurdo entre lo mucho que el militarismo encarna, ahogando lo que de popular y voluntarista existia en los grupos de defensores de la libertad. V constituyeron el Ejército, defensor del Estado y al servicio esclusivo de las órdenes de Gobierno. Y la contaminación llega hasta el presente, en que se pretende organizar Divisiones sin soldados, sólo con mandos que no tienen a quién mandar y que están dispuestos a sacrificarse por la « posición sin considerar si están condice con las ideas que un tiempo manifestaron sustentar.
Llegó Mayo, y tanto los mandos de Ejército como los eximios y noveles « padres de la patria » clamaron par la paz. ? En nombre de qué ? En nombre de sus cargos, de su responsabilidad histórica y de la « seriedad » que la organización se veía obligada a observar en virtud de los compromisos" adquiridos, perfectamente rubricados ante el hecho de la intervención en el poder.
En mayo se enfrentaren una vez mas en la historia, maxismo y anarquismo — autoridad y libertad — y nuestros representantes asumieron el triste prpel de conciliadores.
Y como broche de pruebas tenemos el caso de quién luego de recorrer cárceles y mazmorras en calidad de preso, administra justicia, y copiando del fascismo organiza campos de concentración, a los que fueron a parar mas de cuatro revolucionarios victimas de las pasiones políticas que se despertaron en el ejercicio del uso del poder.
Y éste es el ejemplo de un pasado reciente. Y es éste pasado el
gestor directo de la caótica situación del presente... ? A que más ?...
«*
No es nueva esta posición — repetimos — presentada y defendida con ahinco por los pretendidos « reformadores » de la idea. No es mas que la eclosión de la influencia marxista introducida en los medios libertarios y repetidamente manifestada en actos y gestos de ciertos militantes imbuidos del concepto marxista de la revolución y de la lucha de clases. Libertarios vacilantes, acuden a tácticas y métodos del marxismo, en justificación a su inocuidad y falta de firmeza.
Decía Marx en la CRITICA DEL PROGRAMA DE GOTHA « Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista se sitúa el periodo de transformación revolucionaria de la primera a la segunda. A éste período corresponde otro de transicción politica etc... En el Manifiesto Comunista decía ya : «El primer paso en la via de la revolución obrera es la elevación del proletariado al puesto de clase dominante. El proletariado se aprovechará de su dominación politica para arrancar poco a poco a la burguesía todo el capital, para centralizar todos los instrumentos de producción en las manos del Estado, es decir, en manos del mismo proletariado organizado como clase dominante.
Lenin decía en EL ESTADO Y LA REVOLUCION : « El prqleta-riado tiene necesidad del Estado solamente durante cierto tiempo. La supresión del Estado como idea finalista no es lo que nos separa de los anarquistas. Es que nosotros afirmamos que para llegar a esa finalidad es indispensable el utilizar temporalmente los instrumentos, los medios y los procederes del poder político... etc ».
La analogía salta a la vista. Quienes no lo han visto aún son los que pretenden emplear ciertos métodos en nombre del anarquismo militante. Nadan entre dos tintas y solo saben quedarse — por hoy — en camaleones.
>La situación es clara y no admite dobleces ni interpretaciones falsas. Vaya cada quién a su tarca sin ser estorbo de la labor agena. Tengase, por lo menos, consecuencia. Aclárese de una buena vez que es lo que se quiere y como es que se piensa.
* * •
El amigo Casa nova defiende la tesis libertaria desde un ángulo de apreciación que nosotros no compartimos totalmente. No nos sentimos clasistas. Entendemos que es éste un concepto derivado de la lucha sañuda y sin tregua establecida entre capital y trabajo, pero que en el fondo no tiene mas razón de uso v 110 puede ser emblema idealista ni libertario. Nos negamos a admitir la diferencia de clases en su sentido total, como nos negamos a admitir las diferencias establecidas por los conceptos nación y raza. El odio al burguér y el afán de revancha 110 nos parece mas sano que cualquier otro odio y cualquier otra revancha. V odio y revancha deben de ser borrados del diccionario libertario. Son estas divisiones y subdivisiones las que dificultan el entendimiento entre los hombres. Y es de hombre a hombre, de hombre a pueblo y de pueblo a hombre, que debe realizarse el gran entendimiento. El que borrando toda diferencia nos hermane en el deseo di gozar ¡a vida, de gozarla plenamente, en amplia libertad...
Discrepamos en un algo, piro n<» disvntmos, porque nos une el punto de vital coincidencia. LA LUCHA CONTRA EL ESTADO.
ILDEFONSO.
Septiembre de! 1945.
Andan por ahí compañeros que insinúan la conveniencia y la necesidad, según ellos, de modificar nuestros principios, nuestros métodos de lucha, vale decir, los principios y la táctica de la C.N.T. y, en fin, todo el contenido ideológico de nuestra vieja y gloriosa Organización revolucionaria, so pretexto de que nuestra táctica ha fracasado, de que nuestros principios son ya viejos, no acomodándose, por ende, a los tiempos presentes; y, finalmente, que nuestro ideario, el ideario de la Confederación Nacional del Trabajo, tal como ha sido expuesto y aprobado en los congresos de .Madrid y Zaragoza respectivamente, es irrealizable.
Estas crisis del pensamiento libertario, que suelen sufrir también todos los partidos y organizaciones luego de alguna gran derrota o después de grandes calamidades públicas, como por ejemplo las guerras, aparecen de tanto en tanto entre nosotros, por lo que no nos cojen de sorpresa.
Por lo general, la historia de todas estas crisis demuestra que quienes las plantean >on casi siempre hombres cuyo pensamiento ha caído en una fuerte duda negativa, en esa especie de enfermedad del espíritu que dina un psicólogo. De esta suerte, su voluntad de persistencia en la lucha 'por el ideal que ellos ven lejano se resquebraja, su fe en las iíteas flaquea y un día cualquiera terminan negando el mismo ideal que habían abrazado anteriormente, yendo a parar más tarde a los parfk'os político-- e incluso a los más reacionarios. De estos casos, lc:% viejos militantes hemos visto muchos y no es cuestión ahora de citarlos.
Pero en tanto que la fase final no alcanza su período agudo, es decir, la claudicación franca, estas gentes nos hablan de la necesidad de rectificar nuestr^r, métodos de lucha, de revisar nuestros principios, pues — agregó
ti -- son ya viejos y no responden al imperativo
Examinemos un poto la cuestión.
Ante todo, digamos que una idea es vieja, inactual, cuando el medio económico y político que ella ha criticado y combatido ha cambiado. Mas en tanto que ello no ocurre, si antes era razonable y justa, ahora, mientras que existan las mismas causas, es decir, las mismas condiciones «ocíales, políticas y económicas que dieron origen a su elaboración, lógicamente ha de continuar manteniendo la misma fuerza y el mismo valor que en su primera hora, a menos que otra nueva idea más equitativa y más justa la suplante. Y demás está decir que las mismas causas que dieron origen al ideario de la C.N.T. continúan persistiendo.
POSICION REVOLUCIONARIA.
Hoy como ayer, el sistema económico del capitalismo continúa explotando al proletariado. Hoy como ayer, el Estado, esta institución de violencia organizada, amoral desde sus orígenes, continúa, y con una fuerza siempre creciente, oprimiendo al hombre, a todos los hombres; mata todas las iniciativas generosas, y allí donde interviene, — impulsado por el ambiente que le es adverso, — en favor de alguna, sólo consigue anularla, reduciéndola a la nada, como ocurrió con nuestras Colectividades en España; vigila, espía al hombre desde la cuna a la tumba con mas íuerza aún que antaño, porque sus poderes son hoy más omnímodos. Hoy, como ayer, el Estado nos comprime, nos asfixia con su multiplicidad de leyes y decretos, beneficiando tan sólo a esa oligarquía que detenta los medios de producción y de distribución de los productos. Como ayer, como siempre, el Estado continúa siendo el mejor y el más celoso perro guardián del capitalismo.
Y es que su papel en la sociedad es ese. Nacido él mismo del privilegio, viene obligado por ley natural a defenderle. Sabe que la suerte de ambos está estrechamente ligada y que juntos desaparecerán el día que ios trabajadores, unidos todos por una fuerte solidaridad consciente, se decidan a edificar la sociedad de los productores libres, la verdadera República Socialista.
Si todo esto es verdad, como nos parece haber demostrado, si todos nuestros motivos de insurgencia contra la sociedad capitalista permanecen siendo justos, ¿ a qué viene eso de que hay que rectificar nuestras ideas ?
Los mejor intencionados nos dicen — y es a estos a quienes nos dirigimos —
« Muchos años llevamos de lucha y, sin embargo, pocas mejoras hemos conseguido » ¡ A y, estos compañeros olvidan que justamente dentro de la sociedad capitalista bien poca cosa puede conseguirse ! Es precisamente por esa razón que no somos reformistas sino revolucionarios. Es precisamente por eso que somos partidarios de la insurrección armada, hecha con el concurso de todos los interesados, de tocias las victimas de la explotación y del privilegio, a fin de romper el einturón de hierro de la sociedad capitalista e iniciar al dia siguiente de la insurrección triunfante, la profunda transformación social a que aspiramos.
Pero, volviendo a las mejoras de que nos hablan los compañeros arriba aludidos, las pocas o muchas mejoras conseguidas en bien de la clase trabajadora, son sólo debidas a la acción revolucionaria del proletariado militante. Sin ésta acción, sin éste batallar diario, los trabajadores españoles todavía continuarían trabajando doce o catorce horas, como durante la ocupación fascista se ha trabajado en Francia. Y como se prentende — aún hoy — que se vuelva a trabajar en el mundo entero.
No hay que olvidar que es la acción de la calle, activa y exigente, al margen y siempre contra el orden capitalista, la que determina a los poderes públicos a hacer algunas concesiones. Es sólo a la acción de los sindicatos obreros que ia clase trabajadora debe lo mejor de sus conquistas; nunca a la acción de ningún partido político. Y cuando el Estado se decide a legalizar — aún que maldito la falta que hace — estas conquistas, es porque han arraigado de una manera tal en el concenso público, que es totalmente imposible destruirlas, a menos que los reaccionarios se decidan a romper violentamente con el llamado orden legal, recurriendo a esa contra-revolución preventiva que se conoce con el nombre de fascismo.
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Aleccionados por la experiencia histórica tanto como por los hechos vividos, de cuyas fuentes extraemos las ideas que nos sor. queridas, nosotros, anarco-sindicalistas, hoy como ayer permanecemos fieles a nuestra posición revolucionaria. Fuera de esta posición, toda la dialéctica que se emplea para que modifiquemos nuestro pensamiento nos resulta pura chachara.
Militantes convencidos de un ideal de justicia social, que busca destruir ias bases mismas de la irritante injusticia del régimen que sufrimos, nosotros, como siempre, afrontaremos serenamente las consecuencias de la batalla y de todo cuanto de dio pueda derivarse, animados por la convincíon firmemente sentida de ser fieles a la doctrina de emancipación de las masas populares que voluntariamente hemos abrazado por considerar que es la única capaz de lograr la emancipación ansiada.
El cambio económico y político yue nosotros propugnamos, no pueele hacerse de ninguna manera mediante decretos emanados desde las alturas del Gobierno, por muy bien intencionados que estén los hombres que lo compongan y por muy avanzado que sea el Gobierno. Este cambio, para que responda realmente 'a las esperanzas que en él todos ciframos, ha de ser efectuado por los interesados directamente, es decir, por ios mismos trabajadores, organizados en sus sindicatos de resistencia, y por la masa de la probiación en general. Y nuestra misión, también nuestro deber, es el de impulsarlos en esa dirección, al margen y contra todo poder legal, suscitando entre ellos !a acción despiadada contra las instituciones del privilegio, a fin de realizar sus deseos de poner en sus manos, y bajo el control de la sociedad, al lado de las fuentes de producción, todo cuanto es fruto de su trabajo. Confiar esto a la acción de un gobierno es tanto como confiar en que nuestros enemigos se ocupen de nuestro bienestar.
El Gobierno, tío nos cansaremos repetirlo, es reaccionario por esencia. Por ello resulta peligrosísimo e idiota confiarle la aplicación de proyectos revolucionarios. Aún concediéndole los mejores propósitos," aún estando animado de deseos revolucionarios, que es mucho conceder, al obrar, el gobierno hace siempre y necesariamente reacción. No puede proceder de otro modo, puesto que, como órgano director y centralizador de todas las actividades sociales, su interés supremo consiste en absorber y matar toda iniciativa privada y anular toda acción no controlada por él, suprimiendo de hecho todo cuanto de eficaz y de sublime existe en la idea popular de la revolución.
De esta suerte, todo movimiento de las masas populares que tenga como fin desembarazarse de la opresión de las clases explotadoras, halla en el Gobierno un freno poderoso. Y una feroz obstrucción. Ello se explica por el hecho de que sus intereses, en tanto que institución social mantenedora del orden legal, están ligados a los intereses de esas mismas clases. Ambos se apoyan mutuamente. Asi, pues, quien dice gobierno dice contra-revolución.
Por otra parte, ahí está la Historia para probar que las revoluciones no terminan por haber alcanzado los fines que se han propuesto en sus comienzos y durante el periodo de su desarrollo, sino cuando el Estado, repuesto de los golpes asestados en los primeros días por las masas populares en su ímpetu revolucionario, puede rehacerse, fortalecerse, preparar el aparato represivo con el cual da luego el golpe de gracia a la Revolución.
A este proceso, ni siquiera lia escapado la Revolución española del ul juuv» de 1930, a pesar cíe contar en el gobierno loii cuatro minist os ;!<• ía Confederación Nacional del Trabajo. Todos hemos podido ver cómo el reflujo de la revolución se ha ido operando a medida que el Estado se iba fortaleciendo e imponiendo su autoridad a las fuerzas populares ahogando el libre desarrollo de las instituciones creadas por impulso popular...
Esto prueba que no basta con tener buena intención, sino que es necesario saber emplearla, desarrollando a fondo la acción revolucionaria, desde la calle* al lado de las masas populares, esclareciendo sus instintos socialistas, impulsándolas en sus ansias de justicia social y orientándolas en el sentido de que tomen en sus manos la dirección de sus propios asuntos, reorganizando la sociedad sobre bases nuevas, de abajo arriba, desconociendo y combatiendo siempre tod;i podej i.tu se oponga a esta idea fundamental de la revolución popu'ar.
Nosotros sr.Vmos que esta no es la posición más cómoda; pero . sabemos (¿mbi'.-n que esta es la posición revolucionaria. Y eso nos basta.
Y hoy, en que todas las instituciones capitalistas han fracasado, en que el concepto de la democracia burgesa se ha hundido bajo el peso de mi incapacidad para resolver los vivos problemas cuie plantea cotidianamente el proletariado militante, se nos viene a hablar de intervenir en sus órganos caducos e inútiles, arguyendo de que por ese camino —• camino trillado por todos los pillos — lograremos más pronto la realización de nuestras aspiraciones.
El hablar asi,, significa no tener en cuenta las lecciones de la Historia, tú siquiera |ns propios hechos vividos; o bien haber perdido toda fe en la "justicio de las aspiraciones del pueblo. De otro modo no nos explicamos como puede proponérsemos la colaboración con esos órganos absolutamente extraños a los verdaderos intereses del proletariado, apuntalando con nuestro apoyo — íbamos a decir con nuestra t-nreióp — un régimen que si se mantiene aún es sólo por la fuerza. -- v por los sedicentes liberales que hallan en el un co-modo <e modus vivendis » — ya que su sostén más poderoso reside sob?" 'f ^ ; principalmente en la violencia organizada.
Nosotros comprendemos a todos aquellos que, habiendo luchado por un ideal en la esperanza de verlo rápidamente realizado, abandonen un día la lucha por habérseles agotado las energías necesarias para continuarla. O bien, impresionados por un hecho cualquiera o sugestionados por una nueva idea, modifiquen o cambien su pensamiento, retirándose calladamente a un Jado o agrupándose en aquellos partidos que coincidan con su nueva posición. Todo esto, es muy humano. Sabemo:- lo que pensamos hoy, pero no sabemos lo que pensaremos mañana. ¡ Es tan débil la naturaleza humana ¡...
iPero lo que no comprendemos, es que habiendo cambiado totalmente de modo de pensar, de concebir los hechos, de interpretarlos, extrayendo de ellos ideas d«stintas, pretendan armonizarlas con los mismos principios que han abandonado. Tal es el caso de algunos hombres de nuestros medios.
En efecto; lo que para todos nosotros na sido siempre tan claro como la luz, estos compañeros lo ven hoy envuelto en brumas. Lo que siempre han negado, hoy lo afirman. Lo que antes era lucha por la justicia social, les resulta candidez y puro infantilismo. De esta suerte, el ideal de pan y libertad para todos, que nosotros afirmamos absolutamente realizable en una sociedad que tenga por principio la igualdr.d le ccü'3ic:oues, se les ha tornado un sueño, una utopia, explicable tan sólo en la ruiancia de sus primeros pasos en la mili-taheia, o bien cuando eran unos pobres hombres, según el propio lenguaje de alguno de ellos.
Asi, todos cuantos permanecemos fieles a la tradición revolucionaria de la C. N. T., djl anarco-sindicalismo, aparecemos ante estos « hombres prácticos como ilusos, pobres seres que navegamos alrededor de las regiones inasequibles del ensueño. Y no atreviéndose a confesar francamente la propia fe perdida, tienen aún la osadía de reprocharnos nuestra persistencia, nuestra continuidad, al margen de toda colaboración gubernamental, en el mismo combate de siempre, por el ideal de justicia e igualdad que late en el pecho de todos los oprimidos del mundo. Cuando combatimos al Estado, a todos los Estados, nos dicen que combatimos « molinos de viento », como si el Estado no fuera, desgraciadamente, una enorme realidad social que nos comprime y que pesa sobre todos 1os hombres de una manera aplastante y comprobable.
Pero a este lenguaje, propio de todo claudicante, agregan el cinismo de acusarnos de disgregar las fuerzas del movimiento libertario, de antiunionistas, en fin, a nosotros, que quedamos fieles a sus principios y a sus tacticas. Al oírlos, causan la misma sensación que se siente ante un victimario que pretende pasar por víctima, i Vamos, que esto es el colmo del caradurismo !
TACTICA SUICIDA
No sabemos si es tan sólo falta de lógica o también de sinceridad lo que está ausente de sus disertaciones. Pero lo cierto es que en toda organización, política o no política, los que disgregan sus fuerzas, los divisionistas, son todos cuantos pretenden introducir en el seno de la misma los mismos principios y métodos que la organización ha repudiado y combatido siempre.
lis verdad también que a veces las causas de la división no son siempre éstas, y que se deben a otras totalmente diferentes, obedeciendo a razones y sentimientos dignos de encomio.
Nos explicaremos.
Descontentos con todo io malo que les rodea, disconformes con h organización a que pertenecen, ya sea por el estudio ya por la reflexión, ya por la observación de los aconteciniKntos cotidianos, de le- cuales deducen conocimientos antes ignorados que imprimen a sus cerebros nuevas ideas, ciertos hombres, verdaderos escudriñadores dei porvenir, sienten ana viva oposición entre las formas de su vieja organización y sus nuevas concepciones., Entonces, como es natural, tratan de imprimirle a ésta nuevos principios y una metodología propia que esté en consonancia con los mismos, y también una orientación nueva que, al chocar con las ideas y las viejas formas de la organización, fatalmente se produce la escisión, la división entre sus componentes. Este hecho es un caso cabal de evolución del pensamiento. Y como tal mil veces plausible.
Mas, cuando el fenómeno se produce a la inversa, como en el caso, que nos ocupa, esto es, cuando se quiere apartar a nuestra C. N. T. de su linea revolucionaria, de su táctica de acción directa, para llevarla por los tortuosos y negadores caminos de la política y la colaboración de clases — ya tantos veces rechazada —, se cumple un proceso de involución, de marcha hacia atrás, en razón de que aqui nada nuevo se aporta, sino que se quiere dotar a nuestro Movimiento de una táctica ya practicada desde ha tiempo por otras organizaciones ampliamente superadas por la nuestra, táctica suicida cuyo ejercicio ha constituido la muerte del pricipio socialista, antes bandera única de esas mismas organizaciones. Nos parece que esto es • de una claridad meridiana, axiomática, que anula toda réplica.
Nuestros contradictores de la hora presente jamás podrán demostrar que crean o aportan algo nuevo, que decubren algo que sea superior y más eficaz en !a práctica de los luchas sociales — y en nombre de la práctica hablan ellos — que los principios y las tácticas de nuestra Organización, puesto que la táctica colaboracionista, la han empleado todos los partidos socialistas del mundo y sus sindicatos afines, táctica suicida que los llevo a los desastrosos resultados que todos, conocemos. Han bombeado las justas rebeliones de la clase obrera, han desfigurado el ideal sociaiista que los animaba en los primeros tiempos, y han oficiado de enterradores de la Revolución en aquellos países en que ésta se produjo inmediatamente después de la guerra de 1914-18. Y más recientemente, han permitido que el fascismo internacional ahogara en sangre la República soclal-lista española.
Tales son los hechos y los resultados de esa táctica suicida que se nos propone, táctica que sólo puede hallaT la repulsa en todo hombre que se sienta sinceramente anarco-sindicalista revoJucio««ÍO.
La fuerza de una organización reside principalmente en la identificación de los métodos de ludia y en la comunión de ideas entre sus afiliados. La Confederación Nacional del Trabajo es una organización potente porgue, además de interpretar fielmente Sas aspiraciones emancipadoras del proletariado ha mantenido siempre, a través de larga historia, la unidad de acción de sus militantes. La repulsa a toda acción politica y a todo principio gubernamental nos une tanto como el ocho que sentimos contra !a explotación capitalista. Para nosotros, el anarco-sindicalismo no es tan sólo el movimiento de la clase obrera que, al margen del Estado, trata de arrancar en la lucha de todos los días unas cuantas migajas a la avaricia capitalista.
Esto, con ser importante no es lo fundamental, puesto que con la obtención de algunas pequeñas mejoras que el actual orden de cosas permite, el problema de la emancipación de los trabajadores de la explotación capitalista queda sin resolver. Los patronos, presionados por la acción sindical, tan pronto como aumentan en unos céntimos los exiguos salarios de los obreros, ya están pensando en el aumento del precio de venta de los productos, lo que trae como consecuencia el encarecimiento de la vida en genera!. De donde se colige que lo que nos dan con una mano nos lo quitan con la otra.
De esta suerte, por muchas vueltas que quiera dársele al latente problema social, no hay más que una solucion; la aplicación de una economía racional, socialista. Queremos producir para la sociedad y en su interés general, no para unos cuantos individuos que, favorecidos por la fuerza, detentan el poder sobre las cosas. Y ya se sabe que el que tiene el poder sobre las cosas lo tiene también sobre los hombres.
Y esa es la cuestión fundamental que el anarco-sindicalismo plantea a la sociedad de los privilegiados y opresores; cuestión que para resolverla de una manera efectiva, en interés de las grandes masas populares, no hay otra manera que la de crear un medio social que permita la realización del ideal socialista libertario.
Para materializar tan sublimes aspiraciones, la C. N. T., a través de sus comicios, háse pronunciado siempre por la táctica revolucionaria y libertaria, antipolítica y antiestatal, elaborando una metodología propia que ¡a diferencia totalmente de todos los partidos históricos, ya sean estos conservadores o liberales.
No, no ha de ser rectificando nuestra táctica como podrá alcanzarse la edificación de la soc;edad de los hombres libres, sino practicándola diariamente, cada vez con más energía y afirmando siempre el divorcio existente entre la clase explotada y la clase explotadora.
Sólo asi seremos dignos de las generaciones futuras; del glorioso ideal que ostenta la Confederación Nacional del Trabajo, y de cuantos hombres nos precedieron en la lucha por liberar el hombre de la ignorancia y de la esclavitud moral y economica.
Nunca haremos bastante hincapié sobre el esclarecimiento de los métodos que hemos de emplear para atraernos, la adhesión de las grandes masas populares, y para lograr la creación de circunstancias favorables que hagan posible la destrucción de la explotación capitalista, vale decir, la supresión de todos los privilegios políticos y económicos que actualmente detenta una pequeña minoría en detrimento de toda la sociedad.
.;La realización de los fines que nos proponemos depende ante todo de la eficacia de las métodos, y de la táctica que practiquemos a través de la propaganda y de la lucha cotidiana. En este sentido, es tan estrecha la relación entre unos y otros que el error cometido en la elección de los métodos puede implicar el hundimiento del ideal acariciado.
Por estas razones, puesto que ello entraña un peligro cierto, nosotros pensamos que no puede combatirse con éxito una pésima institución, como por ejemplo el Estado, sirviéndose de ella, adoptando sus procedimientos y sus prácticas, sinó que es necesario atacarla de frente, radicalmente, descubrir y mostrar sur defectos, exponiéndolos, al rojo vivo ante los ojos de las gentes, demostrando su absoluta inutilidad para el bien general; marcando a fuego el mal que produce, sin que reporte en cambio el menor beneficio. Es combatiéndola siempre, de una manera porfiada y persistente como se consigue abatirla. En cambio, la supuesta colaboración « circunstancial » — con el fin de dominarla y luego destruirla. — lleva implícito el peligro de ser absorbidos por la misma institución que se quiere destruir.
En la historia de las luchas sociales, los ejemplos con que podríamos ¡lustrar esta tesis forman legión
Estas reflexiones se nos ocurren pensando en lo insensato y peligroso que sería para nuestra Organización el abandono de la táctica de la acción directa y revolucionaria, para intervenir, de una manera directa y activa, en la política, en los órganos del Estado, como algunos piensan.
Claro que hay quien dice que no por ello se renuncia a ta acy' directa, ni tampoco al socialismo libertario. Pero esto no es no es mas que mentira piadosa para consuelo de incautos, p»^;. que de hecho se renuncia a la lucha para ocupar « posiciones » de comodidad. Si para dirigirnos a un objetivo dado tomamos un determinado camino y luego lo abandonamos para dirigirnos por otro, es de toda evidencia que hemos renunciado, al anterior.
POSICION REVOLUCIONARIA.
Fiel al principio según el cual los medios justifican ios fines, — que no a la inversa —, el anarco-sindicalismo ha elaborado su táctica de acción directa, antipolítica y antiestatal, realizando así, en un todo armónico, la identificación cíe medios y de fines.
Para nosotros, la elección de los medios tiene una importancia capitalísima. Estos han de estar condicionados por los principios y por los fines que nos proponemos, armonizándose, jamas en contradición.
En efecto; ¿ de qué nos serviría decir que vamos en pos de esto o aquello, que queremos la supresión de las clases, la abolición del Estado y la anulación de todo poder que se arrogue el derecho de hacer la ley c imponerla a todos los hombres, si empleamos los mismos métodos que conducen justamente al fin contrario de todo cuanto nos proponemos y decimos querer ? Ante los ojos del pueblo apareceríamos corno meros farsantes, igual que los políticos al uso, pues también éstos dicen querer el bien de todos, pero que, por sus métodos y por su práctica, sólo se preocupan de encaramarse en el Poder.
Hemos dicho varias veces que no son los fines los que cireunstancial-mente unen a los hombres en la lucha sino los métodos empleados, la manera de actuar, la acción que se ejerce para alcanzar la realización del ideal. Ahí reside toda la cuestión. De ello depende el triunfo o la derrota y, en este último caso, la vuelta al punto de partida. Porque, ¿ qué hombre existe, a menos que no sea un malvado, que no desee, que no quiera sinceramente el bienestar para todos ?
En este terreno todos estamos de acuerdo, incluso con los católicos. Hablamos de los católicos sinceros. Estos también quieren el bien, la dicha suprema para todos los seres humanos. Pero, ¿ cómo y de qué manera piensan llegar a ello ? /, Con qué métodos ? Invitándonos a deponer nuestra rebeldía, activa y consciente, contra la inicua expotación de que somos víctimas; predicándonos el abandono de todos nuestros atributos de hombres, para convertirnos en mansos corderos; imponiéndonos el rezo, a fin de rogar a Dios tenga a bien de mejorar nuestra suerte en la tierra, en tanto que nos prepara — según seamos consecuentes con sus métodos — la dicha en el otro mundo...
Mas, la razón y la experiencia nos dicen que nos es por ahí, que no es con el empleo de tales métodos, confiando en los buenos oficios de un ser hipotético y absurdo como se llegara a materializar el bienestar para todos, sino sólo confiando en nosotros y en nuestras propias fuerzas.
v lo que decimos de los católicos, vale igualmente para los polí-Estos también nos dicen que con nuestros métodos revolucionados sólo conseguimos -atraernos el odio de las fuerzas armadas del Estado, que lo mejor sería que abandonásemos esa táctica, sustituyéndola por la acción política, interviniendo en los órganos del Estado, con el objeto de realizar desde éste, en cuanto nos hayamos apoderado del timón de mando, la... felicidad general.
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Pues bien; aún apoderándonos del gobierno del Estado no haríamos más que lo que han hecho otros. Porque la esencia del Estado, el aliciente que le mueve, no es el bienestar de la sociedad sino su propio engrandecimiento, en detrimento del hombre, de todos los hombres. Su destino es ser cada día más omnipotente, a expensas de la sociedad, alzándose con la libertad de todos. Para esto le resulta imprescindible el mantenimiento de una clase privilegiada que lo ampare y lo sostenga, y si ésta no existiera él mismo la crearía, como la creó en Rusia el Estado soviético.
No pudiendo, pues, el Estado, tanto por sus principios como por sus fines, edificar la sociedad socialista, ¿ qué papel haríamos nosotros en el gobierno ? De ser sinceros, de haber permanecido, por casualidad, fieles al socialismo libertario, sólo nos quedaría el camino de la calle y abandonar el Poder resueltamente, como lo ha hecho la heroica Rosa Luxemburg en los últimos años de su vida.
Y., para este viaje, según reza el viejo refrán, no hacían falta alforjas. t
Del hecho que los trabajadores hayan debido de agruparse en sindicatos de resistencia para mejorar su mísera condición de vida contra la explotación capitalista, resalta claramente la oposición del proletariado contra las clases dominantes. Esta oposición, cada día más acentuada y más fuerte a través de sus organizaciones de clase, siempre actuante y batalladora, mostraba a la faz del mundo de cómo el proletariado iba adquiriendo la conciencia y la capacidad necesarias para sustituir el régimen inicuo de explotación y tiranía del capitalismo por un régimen de libres productores, donde los trabajadores, manuales e intelectuales, unidos por una solidaridad consciente, asumieran el papel de gestores de esa economía igualitaria y socialista c^ue históricamente les corresponde, y a la cual ningún principio de justicia social puede oponerse lógicamente.
Esto, que es verdad para los trabajadores, lo es también para sus enemigos tradicionales.
Mas, la alta burguesía, tan amiga de la legalidad en tanto que ésta no amenaza sus irritantes privilegios de clase, ha violentado el ritmo de la evolución social creando ese feroz régimen de fuerza que se conoce con el nombre de fascismo, consciente de que la oposición proletaria tendía a resolverse de una manera efectiva y en bien de toda la sociedad, sin tener en cuenta particulares intereses de casta ni de dominio, propugnando la creación de un medio económico de justicia social equitativo para todos.
Es asi como se ha formado, con todos los fracasados de la política, con todos los renegados y traidores de todos los partidos y, en fin, con toda la resaca social, esa banda de atracadores del Estado cuyo principio puesto en práctica inmediatamente de encaramarse en el poder, fué la abolición de todas las libertades populares, conquistadas a través de la historia tras de ingentes sacrificios, y el silenciamiento forzoso para toda oposición de las masas populares.
Sometiendo al proletariado, decapitándolo como clase rebelde en las personas de sus mejores combatientes, el capitalismo creía haber conseguido su dominio absoluto por un largo espacio de años. Así lo decían en sus discursos los jefes fascistas de Europa, sus más feroces perros guardianes. Pero los tiranos se han equivocado. El puro sentimiento de justicia de la humanidad tuvo más fuerza que su? cañones.
)
La violencia, con la cual se pretendió ahogar las reivindicaciones del proletariado, encarcelando y asesinando a sus mejores representantes, suprimiendo por decreto la lucha de clases, lejos de resolver el problema lo ha avivado, enconándolo más aún, siendo de ello único responsable el capitalismo. Es lógico, pues, que pague sus desaciertos y sus crímenes, desposeyéndolo de los derechos que detenta injustamente sobre el trabajo, y del patrimonio que usufructúa indebidamente.
El antifascismo revolucionario, que gira en torno a los organismos obreros de avanzada,' no tolerará ningún régimen que se» susceptible de posibilitar una nueva vuelta al pasado oprobioso. Porque nadie como el proletariado ha sufrido las injusticias mil y la opresión del régimen fascista. Inútil pretender conformar su antifascismo consciente con un régimen d$ paños tibios, donde las cosas sólo cambiarían de una manera enteramente superficial.
Deduciendo sus ideas de los hechos cotidianos, esto es, de la experiencia vivida, el antifascismo proletario esta convencido de la necesidad de extirpar de cuajo las causas que dieron pie a que la reacción capitalista montara su despótico régimen fascista. Todo lo que no sea batir en sus propias raices toda causa de reación, vale decir, de fascismo, implica transigencia traidora. Al fascismo se le combate a fondo si se quiere sinceramente librar a la humanidad de esa peste social.
Firmes en esta idea, están las organizaciones proletarias, cuyo campo de acción es el vasto mundo del trabajo, real y potente. Ellas no permitirán que se falseen los objetivos de la lucha contra el fascismo. En este sentido, además de su fe ardientemente revolucionaria, sumarán toda la potencia de acción de que son capaces, convencidas de que si asi no lo hicieran traicionarían su propia causa y con ella su propio porvenir.
iDesdc que el proletaria',!» ha formulado sus reivindicaciones económicas, eminentementes justas y llenas de un hondo humanismo, ha adquirido con ello su propia conciencia de clase. Clase que, después de haber hecho todas las revoluciones por su energía y por su fuerza, hase encontrado al día siguiente mismo escarnecida, explotada y aherrojada por las clases privilegiadas, favorecidas por la misma ignorancia de los trabajadores.
Mas, hoy las cosas han cambiado, afortunadamente. El proletariado ha adquirido conciencia de sus derechos y del sentimiento de la fuerza que representan sus agües y vivas organizaciones de clase. Sus instintos revolucionarios y socialistas se han esclarecido. Ante él aparece claro la viva injusticia de que es víctima por la rapacidad capitalista. Ya no quiere dejarse explotar y formula su protesta vehemente contra el sistema económico burgués. Está décidido a hacerse valer, imponiendo a la sociedad el reconocimiento absoluto de sus derechos de productor. El sabe que todo cuanto de bueno existe, de aquello que la actual civilización se enorgullece, es fruto del trabajo de las generaciones pasadas y presentes; y afirma con San Agustín que, en buena justicia, todo debe pertenecer a todos. Comprende claramente que el capital no es más que el trabajo no pagado. Y hoy afirma su voluntad de pasar de la teoría a la acción. Para ello, el proletariado tiene plena conciencia de lo que quiere y tiene también la potencia del número.
Las pequeñas mejoras económicas que el régimen legal burgués le ofrece, ya no le seducen. El proletariado comprende que el problema de su misera condición de vida no se resuelve con tales paliativos.
Es necesario realizar una profunda transformación sociaJ en la vida económica y política, traduciendo en hechos la socialización de los campos, las fábricas, los talleres y las herramientas de producción. Solamente así acabará la extrema miseria de las grandes masas populares frente a la extrema riqueza de unos cuantos. Y solo así la justicia en el mundo dejará de ser también una inútil palabra.
En vano es que se trate de arrastrar al proletariado hacia el círculo de ciertas ideas estrechas y envejecidas. Las masas populares no se dejarán engañar. El ideal de justicia social, no está atrás sino adelante, y hacia su realización marcha el proletariado con firme resolución y energía, audazmente.
El sistema económico del capitalismo ha evidenciado su fracaso, de tal modo que apenas encuentra quien intente razonar para defenderle, a menos que no se trate de interesados viejos reaccionarios. No produciendo en interés de la sociedad sino para la ganancia de un escaso número, provoca como consecuencia natural la competencia y la acumulación de los productos. Entonces aparecen en la sociedad esas crisis periódicas de su economía, debidas al exceso de producción. l.os trabajadores son despedidos de los lugares de trabajo, sin tener en cuenta sus necesidades ni las de sus familias. El hambre, a consecuencia del paro forzoso, invade los hogares proletarios, dándose la contradicción de que es el exceso de productos la causa del empobrecimiento de las masas populares, cuando debiera ser, como es razonable, motivo de abundancia y bienestar para todos.
Estas crisis del capitalismo, cada día más frecuentes, y sin contar las terribles guerras que poduce, bastarían por sí solas para condenarlo científicamente sin apelación.
No obstante, todavía hay quienes, victimas de sus propias contradicciones, y reaccionarios de hecho sino de palabra por las condiciones mismas de su existencia, pretenden defender la dominación económica y política del capitalismo. A esta clase de gentes pertenecen todos los dirigentes de los partidos que son exclusivamente políticos, todos los enemigos de la emancipación proletaria y también todos los antifascistas burgueses, quienes a pesar de sus discursos revolucionarios cuando obran hacen fascismo.
El antifascismo proletario, examinando los hechos a la luz de la experiencia, encuentra que las raíces más poderosas del fascismo se hallan en la entraña misma del alto capitalismo. Son los capitanes de la industria, de la banca y las finanzas los agentes ocultos, los verdaderos responsables de ese flagelo social.
De ahí que hoy aparezca más indispensable y más clara que nunca la necesidad de operar un cambio profundo en la vida económica y política de la sociedad a fin de evitar toda posibilidad de retorno al pasado. La salud social lo reclama. La nueva conciencia social lo exige.
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La C. N. T., organización obrera revolucionaria, surgida del vivo deseo de emancipación de las grandes masas oprimidas, animada y fortalecida por ellas, tiene por principio fundamental la destrucción del régimen de explotación capitalista que hoy padecemos. Frente a ella, formando una sola línea de combate, se hallan t"dos aquellos que, debido a las condiciones reales de su existencia, son anturevolucionarios y antiproletarios por esencia, no por justos razonamientos o bien por una idea de orden ético, sino en razón de las ventajas que para esos privilegiados representa la actual forma de economía capitalista, a base de la explotación del trabajo. Ello les permite llevar una vida regalada, llena de holgorio y de placeres, aceptada y defendida por los códigos de todos los Estados, pero que rechaza el principio de moralidad más elemental que fluye del puro sentimiento de justicia.
El cenetismo, partiendo de la idea de justicia, del derecho natural, que no figura en ningún código pero que late en el corazón de todos los hombres de bien, formula su protesta vehemente y enérgica contra el caótico orden económico actual. Su protesta, su oposición, su resistencia activa contra la clase capitalista y sus órganos de opresión, el cenetismo la rubrica con sus hechos por vía de acción directa, revolucionaria y heróica, como lo prueba abundantemente su bello historial.
Teniendo por principio la justicia, rechaza todo paliativo tanto como toda idea que no sea la expresión real de la emancipación económica y política de las masas proletarias. Por ello, la nacionalización de la tierra, de las fábricas, de los transportes y de las herramientas de trabajo, no le seducen : exige la socialización, porque el cenetismo tiene la convicción firme de que todo cuanto no sea esto último es un escamoteo a la idea popular de la revolución.
Sociológicamente hablando, y siendo uno de sus objetivos más importantes la reorganización total de la sociedad, de abajo Arriba, mediante asociaciones y federaciones libremente confederadas a base de pactos voluntariamente queridos y aceptados, rechaza la concepción autoritaria de la sociedad. Y en el periodo de la propaganda y de la lucha por el ideal, rechaza asimismo toda colaboración de clases y todo intervencionismo en las funciones de gobierno. Para el cenetismo, la legalidad de los derechos del régimen capitalista, como también sus libertades políticas, representan sólo un sarcasmo, puesto que quien no tiene pan ni los medios económicos de conseguirlo tiene forzosamente que someterse a la voluntad de un amo que lo explote. Para que la libertad sea un hecho efectivo, para que no sea un simple derecho escrito en un papel, han de crearse las condiciones económicas necesarias a fin de que todos los hombres puedan disfrutarla. De lo contrario, 110 es realmente libertad, es una burla.
Por esa misma razón, el cenetismo— léase siempre anarco-sindicalismo— afirma que ninguna libertad es real, efectiva, si ésta no es el resultado de todas las voluntades, de todos los esfuerzos puestos en juego directamente por los interesados para conseguirla. De ahí también su repulsa a toda colaboración, a toda intervención en los organismos del Estado.
En este sentido, su intransigencia es absoluta, puesto que, en buena lógica, resulta de todo sentido común que toda colaboración con el enemigo implica una peligrosísima desviación, incluso una traición a ese sublime ideal de justicia social de las masas oprimidas y del cual el cenetismo es su expresión más diáfana. Y es por esta, su interpretación de la lucha directa, puesta en práctica en mil batallas, tanto como por sus principios, que la C. N. T. adquirió esa potencia que hoy representa en la vida social española. Desconocer esto, es desconocer la evidencia misma.
En efecto; el principo cenetista, por su sentido de un hondo humanismo y de justicia social, por su espíritu de lucha como por su modalidad de actuacción, representa fielmente, y de un modo cada día más visible, las ansias de libertad de las multitudes, a la par que el carácter intimo, el temperamento acendrado de lo español.
En ei principio cenetista, el pueblo español se encuentra a sí mismo. Se vé en él enteramente identificado. Por tal motivo, las manifestaciones di- la C. N. T.. sus grandes movimientos sociales tienen la virtud de electrizar, por así decirlo, a las grandes masas, penetrán-dolas de esa fe que hace mover montañas y dándoles confianza absoluta en el porvenir. Por eso también hoy, quien dice C. N. T. dice pueblo español, masas oprimidas y explotadas que quieren ser libres y exigen la restitución de todo cuanto se las ha despojado.
¡ Oh, compañeros ! Con este pueblo de oro, ¿ no pensáis que sería cometer la peor de las locuras intentar separarlo del recto camino que él solo se ha trazado, para llevarlo por los vericuetos de la colaboración política y el intervencionismo ?
Pensad que con ello no sólo abandonaríamos el principio cenetista sino •ue Traicionaríamos también al propio pueblo español.
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Tclos cuantos estudien imparcialmente los principios y las normas tácticas del anarco-sindicalismo, forzosamente han de convenir en que su incursión efl el terreno de la política y su intervención en funciones de gobierno resulta de una contradicción absoluta. No sólo porque tales métodos de actuación llevan implícitos la corrupción individual, la desmoralización colectiva y la adaptación a un medio cuyos intereses son totalmente opuestos a los del mundo del trabajo, sino también y principalmente porque ello implica su propia negación.
En efecto; un movimiento que nace en el seno de las clases trabajadoras como una expresión de su protesta viril contra la explotación económica y política, a la par que representa sus instintos socialistas y revolucionarios tanto como sus ansias de liberación total de toda forma de opresión, es claro que se presente en la arena social rechazando toda acción mediadora del Estado en relación con los conflictos suscitados entre el capitalismo y el trabajo, como también rechazando toda acción política e intervención en los órganos gubernamentales. Mas, por muy claro que sea todo esto, y contrariamente a la lógica más elemental, hay en nuestro movimiento quienes pretenden armonizar dos formas de actuación, no solo diferentes sí que también opuestas, dos posiciones enteramente inconciliables. Así se nos dice que, sin abandonar la acción directa, nosotros debemos tomar parte en la acción política y Iegalitaria y, del mismo modo, que, sin abandonar nuestros principios, debemos aceptar la entrada en el gobierno.
Este lenguaje nos resulta de una contradicción tan flagrante que no nos explicamos como haya quienes mantengan tales absurdos, a menos que no sea la consecuencia de un estado mental que nosotros preferimos callar.
No es que nosotros seamos del parecer que en un movimiento de la envergadura del nuestro todos debamos pensar y opinar de la misma manera Nada de eso. Lo contrario es justamente nuestro sentimiento. Sabemos que el progreso no es más que el resultado de la diversidad de pensamientos puestos en juego, traducidos en hechos mediante la lucha viva, apasionada y ardiente, ora pacífica, ora violenta. La vida misma tiene por causa la lucha. Un mundo donde todos pensaran igual sería soberanamente aburrido y estúpido. Y el hombre no haría más que bostezar. Pero sabemos también que toda forma de pensar tiene su razón de ser, su lógica; buena o mala, aceptable o no, pero la tiene. Sin ello, todo pensamiento nos resulta v. un galimatías.
POSICIONES INCONCILIABLES
¿ Cómo, pues, en la mentalidad de algunos, el anarco-sindicalismo puede escapar a ese principio lógico ?
Y sin embargo tal se pretende al querer armonizar la idea de no gobierno (anarquía) con la idea de gobierno.
A veces, y ello es muy natural que suceda entre los hombres de una misma organización, aunque unidos por principios y métodos comunes, tienen diferentes modos de pensar sobre un problema dado. Un mismo hecho no produce en todos las mismas ideas. Por lo general, cada uno reacciona de manera diferente; pero observad que hay siempre un punto sobre el cual todos están de acuerdo. Eso, es el principio fundamental que los une en la misma organización. 1.a diferencia consiste, pues, en una cuestión de detalle; en los diversos modos de encarar los problemas cotidianos que la vida nos presenta. Nunca en la cuestión de principos y métodos tácticos para resolverlos. De lo contrario, sobrevendría la escisión.
Asi, por ejemplo, se es anarcosindicalista siendo partidario del sindicato de ramo o de industria, o de las grandes federaciones nacionales; pero igualmente se es lo mismo anarco-sindícalista prefiriendo el sindicato de oficio a! de ramo, las federaciones locales y provinciales a las federaciones de industria. En ambos casos, la cuestión de principios y tácticas permanece inalterable; y, en este sentido, ninguna de las dos opiniones se sale fuera de la órbita del anarco-sindicalismo. Es sólo la forma de organización lo que está en tela de juicio.
Pero cuando, como ocurre hoy entre nosotros, se quiere imponer una nueva orientación a la C. N. T. contraria a la que ha tenido siempre, es porque en sus gestores existe una mentalidad de renuncia, consciente o inconscientemente, al espíritu revolucionario y también a los principios de la organización confederal. Y esto sí que no e? una cuestión de forma, de detalle; es una cuestión fundamental. Es asumir una posición inconciliable con el espíritu revolucionario del proletariado militante, ya que para todo anarco-sindicaJista será siempre verdad que la solución de los problemas que afligen a la humanidad no pueden tener solución dentro del marco de las instituciones capitalistas, sino en la destrucción de éstas.
Por esta razón, la militancia toda debe estudiar a fondo estos problemas, interpretándolos según el contenido ideológico de los principios y las normas tácticas de nuestra Organización, tratando de buscar en todo soluciones claras y libertarias, siempre en interés de las masas oprimidas, a fin de que la C. N. T. pueda realizar en "un día próximo la misión que sus fundadores le asignaron : la emancipación económica y política de la clase trabajadora.
LOS BACHILLERES DEL PRACTICISMO
Observado superficialmente, parece que fuese ley de todo gran movimiento surgido del seno de las grandes multitudes, de esos sublimes movimientos que tienen por objeto la emancipación económica y política de las masas proletarias de toda servidumbre, que, al alcanzar cierto grado de desarrollo y apogeo, iniciaran la curva de descenso como arrepintiéndose de sus orígenes y moderando así su acción revolucionaria y también sus reivindicaciones, esfumándose o degenerándose de tal modo oue del contenido ideológico de su doctrina solo nos queda el recuerdo de lo que fueron. Tal ocurrio en la antigüedad con el cristianismo, en la edad media con la reforma, en la edad moderna con la gran revolución francesa y en los tiempos contemporáneos con el socialismo, según nos recuerda Rocker en su magnifico trabajo, La ¿Maldición del Practicismo.
Y sin embargo, contrariamente a lo que pudieran suponer ciertas gentes, nada existe en ello que permita pensar en la existencia de una ley inherente al desarrollo de esos grandes movimientos históricos que los determine a negar en el transcurso del tiempo el pensamiento y las aspiraciones originarias.
Lo que ocurre es que cuando una corriente de opinión se abre camino entre las grandes masas y éstas adquieren conciencia de su valor, cuando más la fe en el ideal se afirma en todos y las viejas formas de relación social van a derrumbarse, cuando, en fin, la realización del ideal está más próxima, aparecen entonces en escena los hombres prácticos y serios — estos pajaros carpinteros, como acertadamente los califica Rocker — haciendo llamamientos a la realidad, a la sensatez. Y con su retórica que manejan bien, obligado es decirlo, comienzan sus discursos sobre las necesidades del momento, sobre las circunstancias internacionales, etc., etc., obrando entre la buena gente como los bomberos en un incendio, apagando la llama sagrada del ideal, desfigurándolo y tergiversándolo de modo tal que apenas resulta posible reconocerlo.
Estos hechos repetidos con tanta frecuencia en la historia de todos los grandes movimientos sociales, son los que hemos de tener bien en cuenta los revolucionarios de hoy, a fin de preservarnos de caer en los-mismos errores. Y contra este peligro, hoy debemos ponernos en guardia con más celo que nunca, puesto que también la C. N. T., esta gloriosa organización de los proletarios revolucionarios, se siente amenazada por los bachilleres del practicismo y de la política.
Son estos bachilleres del practicismo los que constituyen siempre la peor amenaza de todo gran movimiento renovador y de emancipación social. Lo que no pueden conseguir las clases privilegiadas y sus órganos represivos con sus instrumentos de tortura y de muerte, lo consiguen ellos con sus malditos dicursos. Su posición dentro de las corrientes de renovación social consiste en acechar toda circunstancia que les permita actuar, ser escuchados. Entonces, cuando juzgan llegada su hora, vistiéndose con el ropaje de un ideal que no sienten, se presentan ante las masas en nombre de ese mismo ideal para mejor engañarlas, desviándolas del verdadero camino de su liberación. Y en cuanto el incendio de las viejas instituciones está a punto de producirse, y cuando más necesario es volcar en él toda la leña disponible, estos señores se arremangan, no para atizar el fuego pu-rificador sino para oficiar de aguadores, de sepultureros del ideal.
Lo que ocurrió ayer, siempre que se trató de traducir en hechos las aspiraciones de justicia e igualdad de las masas proletarias, puede ocurrir también hoy con nuestro propio movimiento, con nuestra C. N. T., si nosotros somos tan Cándidos como es necesario serlo para admitir los « razonamientos » de esos « hombres realistas », bachilleres del pacticismo. Si queremos que la historia no se repita, la. experiencia ha de servirnos de lección, oponiéndonos resueltamente contra todos cuantos pretendan desviar la Confederación Nacional del Trabajo de su vieja posición revolucionaria, esto es, de su franca posición de lucha contra le economía capitalista y contra el Estado, y sus órganos políticos.
Esta desviación, de la cual la C. N. T. se siente amenazada, ya se ha manifestado, y lo más grave es que aún continúa manifestándose, redoblándose en actividad sus partidarios y aprovechando la depresión moral producida a consecuencia de la pérdida de nuestra guerra.
Comenzó en España a fines de octubre del 3o, con la entrada de la C. N. T. en el gobierno. Los hombres del « espíritu práctico » se dieron en explotar aquello del « imperativo de la hora p, las « necesidades del momento las « circunstancias internacionales » y otros tópicos socorridos. La masa de la militancia, dedicada por entero a rechazar al fascismo de sus posiciones, y aunque sorprendida,-dejó hacer. Su instinto de unidad, necesaria siempre para toda gran obra de destrucción y de defensa, no le permitió abordar los problemas de orden táctico que los pájaros carpinteros plantearon a la Organización. La guerra, cada día asumía un mayor volumen, tanto en intensidad como en extensión. A toda costa la unidad antifascista se hacia imprescindible para aplastar al enemigo tradicional de la emancipación y las libertades populares. Los frentes, con sus necesidades múltiples, absorbían toda la actividad de los militantes. Fué en esta atmósfera moral, en un medio lleno de dificultades, cómo la militancia se resignó a aceptar la nueva modalidad de actuación introducida en nuestro movimiento por el « sabio sentido de la realidad » de los pájaros carpinteros, mas no sin comprender que ello representaba un desgraciado paréntesis en la historia de la C. N. Y.
28 POSICION REVOLUCIONARIA.
Y de lo que ha sido verdaderamente circunstancial, un accidente, se quiere hacer una norma definitiva, amenazando así a la C. N. T. L*n lo más vivo de su sentido socialista y revolucionario, en lo que es causa de su fuerza siempre creciente y de prestigio notable entre nuestro pueblo.
Continuar por la senda de la intervención gubernamental como piensan algunos compañeros, es tanto como exponer a la C. N. T. a un peligro cierto. Ello equivale a amenazarla de muerte en tanto que organización revolucionaria de la clase trabajadora, cuyo objetivo principal es la liberación total de las masas proletarias del doble yugo económico y político en que las mantienen et capitalismo y el Estado.
Y para alcanzar ese fin sublime, la C. N. T. constituye ante todo, tanto teórica como prácticamente, un modo de actuación revolucionaria del proletariado en su lucha cotidiana contra la explotación capitalista. Renunciar a ese modo de actuación, est renunciar a la C. N. T., puesto que ello implica !a razón de su ser, de su vida misma.
Nos nos dejemos embelecar con esas canciones de los pájaros carpinteros que hoy amenazan a la C. N. T. Nos va en ello el porvenir en tanto que trabajadores que aspiramos a instaurar un medio social donde el sol salga para todos. El peligro existe. Conjurémoslo antes que sea demasiado tarde y ocurra con nuestro Movimiento lo que ocurrió con otros movimientos anteriores.
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gít/D
Prologo ....................................................................................pg 3
El mal de la hora ..................................» 7
Posicion revolucionaria ............................................................» 10
Táctica suicida......................................» 12
Táctica libertaria ....................................................................»
Métodos y fines........................................................................» 15
Antifascismo proletario ............................................................»
Conciencia social ....................................................................» 20
El Principio Genetista ............................................................» 22
Posiciones inconciliables ........................................................» 24
Los Bachilleres del practicismo ............................................» 26
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